El camino más fácil lo tuvo Uruguay. Las renuncias dejaron el grupo 4 con sólo dos contendientes, y en el único partido que debía jugarse, los uruguayos derrotaron a Bolivia por 8-0, con “póker” de Schiaffino.
Brasil, España, Suecia y Uruguay eran los que disputarían el título. Los partidos con presencia brasileña tenían asignada como sede Maracaná y los restantes, el estadio paulista de Pacaembú.
Uruguay quedaba, por tanto, como el único equipo del Mundial Brasil que les podía arrebatar el título a los locales.
Por vez primera no había final, pero el desarrollo del cuadrangular había propiciado que el choque de la última jornada entre brasileños y uruguayos lo fuera realmente, y que el Suecia-España se convirtiera en partido de consolación.
Una final historica del mundial brasil
Mientras tanto, Maracaná se preparaba para vivir el día más glorioso de la historia del fútbol brasileño. En el país amazónico, nadie pensaba que el título pudiera escaparse. Además, un empate bastaba. Antes del encuentro del Mundial Brasil, los uruguayos se escudaron en un papel de víctimas muy conveniente para sus propósitos. El técnico Juan López repetía una y otra vez que “con el subcampeonato ya cumplimos con creces nuestro objetivo”. Lógicamente, ni uno solo de sus aguerridos discípulos podía creerse las palabras del seleccionador. Saldrían a darlo todo en la cancha.
En todo el país ya estaban preparadas las banderas verdes y amarillas y las inscripciones triunfalistas. Las palabras “campeones del mundo” se podían leer en cualquier rincón de Brasil. Los integrantes de la selección se levantaron a las seis de la mañana y se dirigieron hasta una iglesia cercana al hotel para orar por la victoria.
Desde el momento en que sonó el silbato del arbitro inglés Reader del Mundial Brasil, la selección brasileña se lanzó con furia sobre la meta de Roque Máspoli, espoleada por los enfervorizados 220 000 espectadores que abarrotaban Maracaná. Pero Uruguay, con jugadores experimentados, resistió una y otra vez las embestidas locales. Se llegó al descanso con un 0-0 que, de todos modos, seguía otorgando el título a Brasil.
Tras el gol de Brasil en el segundo tiempo, los uruguayos no se inmutaron, quienes, pese a la desventaja en el marcador, siguieron su juego tranquilo y de control, aunque dándole un toque algo más ofensivo, en busca de las genialidades de sus delanteros. Genialidades que no tardaron en llegar. A los 67 minutos “Pepe” Schiaffino fusiló a Barbosa. La inquietud se apoderó de Maracaná y los nervios, poco a poco, iban cediendo terreno ante unos uruguayos pictóricos de moral. Ni los gritos de apoyo del público consiguieron animar a los jugadores brasileños. Se veía llegar la tragedia del Mundial Brasil. Y ésta se consumó a los 79 minutos, cuando Alcides Ghiggia batió por segunda vez al guardameta Barbosa.
En lo que quedaba de partido, los jugadores brasileños, absolutamente agarrotados, nada pudieron hacer por marcar el gol que les habría dado el título del Mundial Brasil.
Ante aquel panorama desolador, Jules Rimet tomó el trofeo, bajó al césped y se lo dio a Obdulio Várela. Los uruguayos, acompañados de algunos centenares de aficionados, dieron la “vuelta olímpica”, en medio de la consternación y la tristeza del público local. Mientras, en Uruguay los festejos iban a prolongarse durante una semana.